Escribo, siento.

Un huracán es un suceso o acontecimiento que causa destrucciones o grandes males. Pues bien, tú entraste en mi vida como si de un puro huracán se tratase, sin preámbulos, ni elección, ni aviso, ni siquiera hizo falta que llamaras a mi puerta. Tenerte tras mi espalda bastó. Todavía recuerdo el año, la estación, el lugar, el mes, el día, la hora, las personas que nos rodeaban, la canción que sonaba, el paisaje. Pero lo que sigue rondando en mi cabeza no es sino la mueca más peculiar de su cara, su dulce sonrisa, sus ojos verdes, su tez morena, su melena rubia y, por último, su voz. Y lo sorprendente de todo esto es que el epicentro de ese huracán sigue girando en torno a mi vida como si el tiempo no fuese suficiente para llevárselo. Porque ya le puedes poner mil y un nombres a esto que siento: casualidad, destino, amor, respiro, ley. Estas palabras no significan nada si el otro ser ya olvidó. Aunque como decía un amigo es por todo esto por lo que nada sucede por casualidad, en el fondo las cosas tienen su plan secreto, aunque nos empeñemos en no querer entenderlo. Así que sorpréndeme cuando menos me lo espere, yo seguiré visitando nuestro rincón todos los veintisiete de cada mes a la misma hora. Porque no valen planes, días, meses, años, calendarios si no estás conmigo. Tranquilo, date un respiro, tómate tu tiempo y reconoce que lo importante no son las personas que se van, sino las que regresan. Porque todo lo que va, vuelve. Es una ley universal.